miércoles, 13 de noviembre de 2013

St Paul de Vence


En la Costa Azul, tierra francesa refugio de artistas del color y del cine. Del color, por la imaginación y el arte de las imágenes que salieron de la paleta y del pincel. Del cine, por los artistas del celuloide que eligieron esta costa para sus vacaciones. También escritores, músicos, … Picasso, Sofía Loren, Greta Garbo, Yves Montand, Modigliani, Marc Sagall, Henri Matisse, …

Cannes, es nuestro punto de encuentro. Esta ciudad costera está situada en el departamento francés de los Alpes Marítimos en la región de la Provenza-Alpes-Costa Azul. Importante centro turístico de la Riviera francesa, mundialmente famosa por la celebración del Festival Europeo de Cine Internacional.

Pero no es Cannes el protagonista de este artículo, sino otra población francesa. Un pueblo de interior, de montaña, medieval y con un gran encanto. Cerca de las poblaciones de Vence y Coursegoules, visitamos St Paul de Vence. Un pueblo que se apiña alrededor de su fortaleza y dentro de sus murallas. Un pueblo que se ha conservado muy bien quizá porque mantuvo su carácter militar hasta finales el siglo XIX. Pueblo que fue declarado Villa Real por el rey Luís III.

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Accedemos a St Paul por su puerta fortificada del Norte ó también llamada Puerta de Vence ó Puerta Real, para iniciar la calle principal (grand rue) que atraviesa la población hasta el otro extremo para unirse con la Puerta del Sur ó de Niza. Todo el pueblo es una tienda, si por tienda entendemos galerías de arte, comercios de cerámica, vino, cuadros y grabados, souvenirs, bares y restaurantes. Aquí se refugiaron muchos pintores cuando querían descansar de la popularidad de Cannes y sus alrededores.

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Por calles estrechas, por pasadizos, por callejones sin salida, por rincones de gran encanto con piedra en sus muros y sus ventanales abiertos al paisaje de la Provenza, por pasajes con arcos de medio punto apoyadas en fachadas de curiosas ventanas, … Un trasiego de gente de todos los lugares del mundo que hemos venido a este lugar a disfrutar de su encanto. La parte más alta del pueblo, donde está el castillo-fortaleza, es más tranquila, también más residencial. Sus pronunciadas cuestas frenan la afluencia de turistas. En estas callecitas más sosegadas cabe el recogimiento junto a una fuente que deja correr su letanía por su caño. Desde las almenas, el campo y a lo lejos, muy a lo lejos, el mar. Es de destacar, también, la Iglesia de la Conversión de St Paul, la Capilla de St Clemente, el mercado campesino ó el Albergue de la Paloma de Oro donde se exponen obras de Picasso y Marc Chagall, entre otros. Después de las compras y de recorrer sus calles y recovecos, bien merece el descanso en uno de sus muchos restaurantes, compartiendo las impresiones del día y de lo que se presente entre amigos. Una jornada para recordar.

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