sábado, 4 de marzo de 2017

Castillo de San Fernando en Alicante

La ciudad de Alicante tiene muchos atractivos pero hay uno que es difícil de igualar: la existencia de dos castillos: el de Santa Bárbara, seña de identidad de los alicantinos, y el de San Fernando. Un lujo que muchos ignoran, basta ver su estado de abandono y el nido de antenas en que se ha convertido su parte más alta.






El Castillo San Fernando se alza desde el monte Tossal y el Cerro de San Francisco. Se construyó en la Guerra de la Independencia para mejorar la línea defensiva de la ciudad, así como impedir un posible desembarco del ejército francés. Se inició en 1809 y se terminó en 1812. Dirigió la obra Pablo Ordovás y Sastre, ingeniero militar. A este castillo le pusieron el nombre de San Fernando en honor del rey Fernando VII.




Más fortaleza que castillo, tiene un baluarte poligonal geométrico en el frente septentrional y otro redondeado troncocónico en su extremo suroeste. Se construyó un foso en la zona más vulnerable. Bajo su terraplén se construyeron unas bóvedas a prueba del fuego artillero, además de una cisterna. En el interior había unas estancias para alojar a la tropa.







Se accedía por dos puertas. La principal, la Puerta de Alicante, tiene dos pilares con un león de piedra en cada uno sentado sobre su cuarto trasero. La otra puerta es la del foso, sin adornos destacados.








Louis Pierre Montbrun, General francés, bombardeó la ciudad el 16 de enero de 1812. Así lo cuenta el Cronista Viravens: “Al amanecer del 16 de enero de 1812 apareció en las cercanías de Alicante una división del ejército francés al mando del General Montbrun. Las tropas francesas se instalaron en el llano llamado de los Ángeles, … Y avanzando al alto de Capuchinos, desde él dispararon dos obuses intimidando la rendición de nuestra plaza con la altivez propia de los soldados de Napoleón".

La presencia del enemigo excitó el ardor bélico del pueblo de Alicante para rechazarle: las tropas corrieron a las murallas y la respuesta que dio la Ciudad a la provocación francesa fue una descarga de artillería que contestaron los franceses con algunas granadas.

Los soldados bonapartistas colocaron un obús en el cerro del Estrecho de los Ángeles pero bien pronto fue desmontado por los disparos del baluarte de la Ampolla, en donde se situó un destacamento al mando de D. Vicente Torregrosa, Capitán de Artillería.

Asustados los franceses por los proyectiles de la plaza, … y visto que era imposible humillar a la Ciudad sin establecer antes un cerco formal, juzgaron conveniente abandonas sus posiciones, retirándose hacia la Mancha en la misma tarde del 16 de enero, para no exponerse a sufrir más derrotas”.

Este ataque convenció a las autoridades y sus ciudadanos en la necesidad de terminar las fortificaciones del Monte Tossal. Para subir al fuerte se hizo un camino en rampa. El camino terminaba en la cumbre de la montaña. “La fortaleza, mirada desde la ciudad, ofrecía un aspecto imponente, dándole carácter dos leones de piedra colocados sobre esbeltos pilares que embellecían la entrada del castillo”, en palabras de Viravnes.  



Por las prisas con las que se construyó pronto tuvo grietas y problemas de asentamiento que tuvieron que ser reparadas en diversas ocasiones para evitar derrumbes.

Este castillo no tiene un pasado glorioso, ni sus murallas participaron de hazañas bélicas que destacaran en la defensa de la ciudad. Quizá su destino aún le guarde una sorpresa: ser un lugar de encuentro para los alicantinos en tiempos de paz para su disfrute y sosiego. Que así sea.


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